viernes, junio 23

martes, junio 20

Sentimientos mundiales

Adoro el fútbol....no se cuándo ni de dónde viene esta pasión desmedida, de ribetes apasionados y obsesivos, pero me encanta el Mundial. Vibro con los encuentros donde juega Togo, Arabia Saudita o Irán y mi trabajo es, desde hace dos semanas, mucho más placentero porque se da la posibilidad de apostar y de discutir cada actuación de los cuadros como si fuera la mismísima patria quién se juega el todo por el todo.
Por lo mismo, sigo desde mi adolescencia los relatos siempre agudos y estremecedores que al respecto tiene Eduardo Galeano (un libro completo titulado "El fútbol a sol y sombra" donde se da el lujo de decir que: el gol es el orgasmo del fútbol) y pequeñas cápsulas recopiladas en algunos de sus libros de cuentos como
éste , que publiqué hace mucho rato en este pasquín de mala muerte y que siempre me ha conmovido por su brutal descenlace.
Hoy, en medio de la fiebre futbolera que cuenta ya con varias víctimas (e incluso con varias parejas rotas como publicó ayer una encuesta hecha en España acerca de los estragos que este campeonato provoca en la cancha íntima y en los tiros al arco), me permito publicar lo escrito por Francisco Mouat en la Revista El Sábado del Mercurio sobre Mathias Sindelar, un jugador al cual, sin duda, el mundo le debe su homenaje.
Disfruten de lo que nos trae el satélite desde mi querida Deutschland y reserven en el banquillo de su corazón dos espacios generosos para estos dos relatos entrañables de lo que nos atañe por estos días: ¡ el fútbol!
Mil besos,
Chirimoya Pichichi a punta de "chilenitas"

MATHIAS SINDELAR
"Me crucé con un amigo el otro día, lejos el amigo más futbolizado que tengo, una máquina consumidora de fútbol en todas sus formas, y rápidamente me hizo anotar un nombre en un papel: "Mathias Sindelar", dijo, "un futbolista austriaco-judío; tiene una historia tremenda, investígalo, te va a interesar". Mi amigo se fue rápidamente y me dejó con el papel en la mano y un nombre escrito que en ese momento no me decía nada: Mathias Sindelar.
Después de una semana de rastreo en libros de fútbol, internet y diarios locales, estoy sorprendido de lo poco difundida que es la historia de este delantero brillante perseguido por los nazis y muerto en 1939, cuando la amenaza de terminar en un campo de exterminio era inminente.
La tragedia de Sindelar había comenzado a fraguarse con el avance del nazismo en Europa y la anexión de Austria a Alemania sentenciada por las tropas de Hitler en marzo de 1938. Hasta ese momento, Mathias Sindelar destacaba en su país como una de las máximas figuras del fútbol local y de la selección nacional. Goleador, había sido el mejor jugador del seleccionado austriaco en el Mundial de Italia, en 1934, y era públicamente conocido como "el Mozart del fútbol".
Con la anexión de Austria al Tercer Reich, algunos de los futbolistas de ese país fueron convocados a la selección alemana para jugar el Mundial de Francia en junio de 1938. Entre los llamados estaba por supuesto Mathias Sindelar. El equipo alemán tenía por costumbre presentarse en la cancha y ejecutar el saludo nazi, con el brazo extendido hacia adelante. Sindelar se negó a sumarse a la selección de Alemania y rápidamente ingresó en la lista negra. No fue el único valiente. Al capitán de Austria, Nausch, lo presionaron los nazis para que se divorciara de su esposa, de origen judío, pero Nausch prefirió huir con su pareja a Suiza, donde siguió jugando fútbol. Sindelar, en cambio, no alcanzó a escapar, debió retirarse del fútbol y desde entonces fue un perseguido político del régimen nazi, que ofreció una recompensa a quien lo delatara.
Por esos días, la persecución a los judíos había comenzado de un modo implacable. Primero dejaron de asistir a espectáculos, conciertos y exposiciones. Después se les quitó el carnet de conducir, sus hijos tuvieron prohibición de ir a escuelas alemanas, y los veterinarios, dentistas y farmacéuticos ya no pudieron seguir ejerciendo su profesión. La idea era obligarlos a emigrar.
Ocultos durante meses, Mathias Sindelar y su esposa, la italiana Camila Castagnola, se suicidaron en enero de 1939 inhalando gas de la cocina para evitar ser detenidos y terminar como prisioneros en campos de concentración, aunque hay versiones que dicen que ambos fueron asesinados después de haber sido delatados por un amigo.
En Viena, miles de telegramas enviados desde distintas partes del mundo al club en donde él jugaba atascaron el correo durante quince días, y cerca de cuarenta mil personas fueron a despedir sus restos en el cementerio en medio de "la amenazante presencia de los soldados nazis".
La noticia de la muerte de Sindelar tardó un tiempo en conocerse en Chile, y así como vino fue rápidamente olvidada. Entonces los diarios hablaban de la fase final de la guerra civil española, del violento terremoto con epicentro en Chillán la noche del 24 de enero y de un ingeniero argentino, de apellido Baigorri, que después de diez años de trabajo en un laboratorio vendría muy pronto a Chile a mostrar su último gran invento: una máquina que hacía llover.
Ahora que ha empezado el Mundial de Alemania 2006 en el país que alguna vez persiguió a Sindelar, parece oportuno recordar su gesto de rebeldía, su magnífica negativa a jugar en el equipo del Führer. Cuando se hable de grandes jugadores de fútbol en la historia, el nombre de Mathias Sindelar no puede estar ausente."
Francisco Mouat.