martes, mayo 30

Jaque Mate al Calendario Gregoriano


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Estamos a una semana de que se acabe todo esto que llamamos mundo, de que este continente maltratado que es nuestro planeta, nuestra pequeña estrella vagabunda en la danza del universo, se borre para siempre:
¿Qué harías en esta última semana?
¿qué harían todos aquellos que miramos día a día?

¿Las mujeres por fin seríamos libres de todos nuestros miedos y haríamos el amor en las plazas sin temor a ser tratadas de ligeras? ¿Seríamos diosas voluptuosas, dueñas de nuestro cuerpo al natural, sin barnices, sin ajustes, más bellas que nunca por ser, al fin, felices de cómo somos? ¿Desearíamos más? ¿exigiríamos más?

¿Los hombres harían una gran hoguera de botones, cinturones, zapatos, chequeras, corbatas, rasuradoras y after shave y volverían a ser niños para llorar, temer, equivocarse, pedir perdón y besar sin pudor a su padre, a su amigo, a la mujer que ama? ¿Podrían llegar a ser tan silvestres, estrellitas de rock, filósofos de bar, machos deseables, exploradores del océano, reyes de su propio jardín perfumado?

¿Comería el alto chef comida chatarra?
¿El señor cura bailaría Reggeatón?
¿Señorita Miss Chile se sacaría los tacos para estrujar las uvas de la vendimia?
¿El anciano ya no le temería ni a la muerte ni a la pensión mísera y se hiría de crucero al Caribe con sus ahorros?
¿El militar regalaría marihuana en la Plaza de Armas mientras desde su hamaca se tiraría pedos de tanta risa y tanta Piña Colada?
¿El carpintero saldría de su clóset?
¿El acólito besaría en plena feria a la chica que vende manzanas a $350 el kilo?
¿Confesarías tú todos tus temores, todos tus odios, todas tus malditas ataduras en la esquina más iluminada de tu barrio y te hirías después a la gran fiesta que tienes en tu casa con tus amigos y tu familia para bailar y cantar hasta caer?
¿Descubriría el oficinista que si, que esto es, que esto era lo que más le gustaba hacer en realidad y se levantaría, igual que siempre en la mañana, para ir a su oficina y trabajar por estos 6 días porque eso era lo que lo hacía realmente pleno?
¿Se quedarían los amantes una semana encerrados entre esas mismas sábanas que tanto extrañaban de compartir y harían maratón de películas con chocolate caliente, antes de hacer el amor a las dos de la tarde, después de leer el diario y antes de la cena con sopa de mariscos, vino dulce y todas las frutillas que encontraron juntos en el mercado?

¿Qué harías tú, querido argonauta en este pozo de milagros, con tu astrolabio y tu catalejo, si te quedara esta valiosa semana para hacer de tí y de estos días, los más intensos y liberadores días del resto de tu existencia?

El tiempo corre camaradas, las horas vuelan. Tienen una semana para responder y, entre ensoñación y respuestas, disfruten, atrévanse y hagan sus revisiones por si, por esta vez, de verdad se corta la energía y nos quedamos, definitivamente, sin luz.

Esta Chirimoya como es parsimoniosa, pirotécnica y curiosa, resolverá que hacer con su pulpa suave el mismísimo día del juicio final.

Tiempo de soñar
Tiempo de divertirse
Tiempo de explotar de ganas por dentro y por fuera!


Mil besos de Chirimoya desde la tarde aquella

viernes, mayo 12

¡Ayy Violética!

Si tú supiéricas de las mochísticas
muy funcionáricas y oficinísticas,
que el formulárico,
que el numerítico,
que la cachística de la espadística,
que espere en fílica,
que en tres horíticas
la atenderémicos
¡si nos da gánica!

De chica cívica me pasé a guárrica
melodramática y muy artística,
y fui satánica, apoteósica,
Francisca épica,
heroica y biónica,
con mi lenguística onomatopéyica
¡los mandé a todos a la misma miérdica!

¡que alivio máximo!
¡que placer único!
¡orgasmo cósmico, divino gústico!


Me fui al teátrico apuradítica
con petaquítica de maldadística
y escuché música y vi bailístico
¡y fui conténtica por la rechúchica!
Valparaísico y tus canciónicas
¡fueron la tónica de esta nochística!

Y soy feliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiz
se me olvidóoooooooooooooooooooooooooooooooooo
¡el funcionárico y sus guevádicas!



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miércoles, mayo 3

Sallam "Satélite" !

Los niños y la guerra. No puedo pensar en una combinación más extrema, no puede haber protagonistas más tristes, más inocentes, es en ellos y por ellos que la guerra, cualquiera que sea, se me hace de una monstruosidad y una sinrazón abismante.
Vi "Las tortugas también vuelan" (Irak, 2005) y aún estoy caminando en esa cornisa enclenque en la que nos deja la reflexión luego de estar presenciando aquel relato sorprendente de niños en el escenario más mísero y apocalíptico de nuestros días. Más allá de los comentarios técnicos de rigor, la película se permite mirar el conflicto iraquí - EEUU desde el prisma infantil que siempre, y esto es quizás el mayor de los milagros, será inocente, dulce y vivible pese a estar incerto en las más triste de las realidades. Y alegre a pesar de todo. Y con toques de la más auténtica ternura.
Por eso es quizás que la película provoca una tristeza tan imprevista en un film, que no deja de sorprenderme aún hoy. Porque invariablemente me remití a mi mundo, tan protegido, seguro y a veces inconcientemente previsto, que no pude sino sentirme egoísta por todo lo que tenemos y no apreciamos. Ojo que estoy tratando de alejarme lo más posible de los clichés aquellos que nos llevan siempre a pensar ¡que afortunados que somos y que pobrecitos ellos! , porque entiendo que cada ser, en su pequeña órbita vital, convive con sus demonios y que la resolución de esos conflictos y el domar de esos demonios dependerá de la capacidad que cada uno tenga para bancárselos de la mejor forma. No todos somos iguales y, para iguales problemas, hay una infinidad de respuestas que tienen que ver con nuestra propia naturaleza, inteligencia o simplemente nuestra resistencia. Pero estoy segura que en el mundo de hoy, la intolerancia al dolor y a la frustración me parece cada vez más obscena y conformista, nos fabricamos tantos "problemas" y estamos tan sedados en la búsqueda de sus supuestas soluciones, que el polvo que levantamos con nuestros aleteos no nos deja ver más allá de nuestro limpio y preciado ombligo.
La inmediatez es un valor y el dolor una bestia de la cual debemos huir porque nos puede devorar sin remedio. Convengamos en que a nadie le gusta sufrir, pero también debemos reconocer que el ser humano cuenta con las armas necesarias como para enfrentar situaciones extremas y salir airoso de ellas sin tanto "air bag" que nos hemos encargado de confeccionar por miedo a todo lo que nos rodea, por miedo a caer, a fracasar, a que no nos quieran, a la soledad y al dolor finalmente.
Por contraste, en "Las tortugas también vuelan" se nos muestra un mundo del que somos tan ajenos que casi es inmoral llegar a creer que no ser físicamente aceptable, ni exitoso, ni económicamente solvente y las miles de "miserias" que nos aquejan hoy en día, puedan llegar a ser, honestamente, un problema real sin solución y que intervengan tan seriamente en nuestra vida y en la vida de los demás. Tengo claro que estamos hablando de un escenario infernal y con niños dañados hasta el tálamo, pero he escuchado a personas en nuestro protegido Santiago de Chile que se sienten en un infierno y tanto o más incapacitados que esos niños sin brazos, sin piernas, sin familia y, lo que es peor, sin una explicación medianamente sensata que les haga entender el por qué vieron mutilados sus cuerpos y sus vidas. Creo que me sentí, sin miedo a decirlo, un poco más miserable, un poco más boba y más inconciente. Y, a la vez, infinitamente agradecida de lo que tengo y de lo que soy.
En un mundo donde el problema son los niños obesos, con stress, drogadictos, vagabundos o abandonados, niños con tanto estímulo, tanto por delante que no saben que hacer, tan exigidos, sobreprotegidos y, a la vez, tan dejados a su propia suerte, los niños de la guerra me parecen, como paradoja, los más inocentes de todos. Porque en medio de ese horror ensordecedor y brutal, logran hacer prevalecer el encanto de la niñez, su frágil dulzura, lo entrañable que debería ser la infancia. Pese a todo, pese incluso a ellos mismos cargan, y como no hacerlo, con los fantasmas voraces de una guerra que jamás ningún niño debiera siquiera imaginar que existen. Y logran sobrevivir. Y no solo eso, logran VIVIR también, aferrándose al ingenio y a esa energía vital que cada uno tiene y que nosotros nos hemos encargado de anestesiar en nuestro afán de "sufrir" lo menos posible terminando, como es obvio, cayendo de más alto sin siquiera haber experimentado el viaje al dolor que nos hace más fuertes e increíblemente más sabios.
Se me ocurren un montón de frases clichés que nos trasladarían al tan conocido lugar común....y sin embargo, creo que no está mal. De alguna forma, las frases clichés resumen en muy pocas palabras el sentir exacto de una experiencia y se hacen "clichés" de tanto usarlas. Y si se usan tanto, por algo será. Hay unos que tienen mucho más por lo que sufrir es, en este caso, nuestra frase cliché. La guerra y sus miserias nuestro lugar común. Lo que nunca debiera mencionarse y que, por cruel ironía, existe sin embargo (bien lo sabemos nosotros con nuestra propia guerrilla pedofílica) es que sean niños los protagonistas de todas ellas.
Cuiden a sus niños, quiéranlos como el tesoro que son, pero déjenlos también descubrir sus propios ámbitos, desatar sus propios nudos, aprender a lamerse las heridas como gatitos al sol. Los niños de "las tortugas también vuelan" viven en medio del espanto y de la muerte pero, de alguna extraña manera, nos dan la clave para que nosotros seamos un poco más felices y más agradecidos, nos lanzan en la cara nuestros "air bags" y comprendemos que, al final, no los necesitábamos tanto.
A verla, sin duda!! en todos los cines del país y espero que en todos los cines del mundo.