Viajar
"Si yo fuera navegante, capitán o simple infante de inmediato aceptaré, que la tierra siempre lejos, que la niebla imponderable, en mis mapas son la sal"
Viajar. Abrir la cabeza a punta de hachazos afectivos, el corazón como una ventana, los ojos hinchados de asombro bajo los nuevos amaneceres.
Viajar. Reconocerse tan otro en la fauna que de pronto está al revés, pasar de ser observador a observado, cuestionarse la propia naturaleza en un mundo que parece ajeno.
Viajar. Hacer del orbe una casa pequeña, con reja blanca y perrito que ladre cada vez que se toque a la puerta. Y al mismo tiempo, encogerse un poco, volver a escarbar hasta encontrar la raíz extraviada, hallar el centro y atarse a ella como a la piedra fundacional de la propia vida, prenderle velas, cuidar la animita del alma como lámpara votiva hasta que se arribe nuevamente al puerto conocido, al olor familiar, al lugar donde se anda con los ojos cerrados sin vacilar.
Viajar, batir de alas que se vuelve adicción, contradicción, meta e inicio. Huir un poco sin descuido al dejar siempre algo que nos recuerde de donde somos, como un escapismo a medias, un paracaídas arraigado a la tierra y al cielo que no puede decidirse. Razón de exilio, de epopeya íntima, de vagabundaje por las costas que otros no han visto.
Viajar y volver con los bolsillos igual de vacíos, encontrar el hilito de Ariadna que se ató en la esquina más soleada del laberinto y respirar en castellano por primera vez después de mucho tiempo.
Viajar como razón de vida con afanes de arca, de globo aerostático, de cigüeña parisina.
Viajar sin mirar atrás para no convertirse en estatua de sal.
Viajar con la brújula quebrada o con el atlas grabado a fuego en la piel. Corazón de cometa, pluma de halcón, corriente marina, muralla china, espora de la misma flor que nació en el sur del mundo y que se abre en un ventisquero noruego, en la sabana africana o en un solar español.
Viajar por amor, por negocios, por conquistas, por gusto, por pobreza o por riqueza, por pena, por intelecto, por olvido, por destierro, por libertad…
Viajar hasta que la muerte nos separe de todo lo aparentemente abarcable.
2 comments:
Eduardo Gatti (Navegante), estaba en el mismo viejo cassette que Cabrel.
un abrazo nostálgico...
Piotr!
Ayyy cariño...
Como esas hay miles más. Soy tan pegadita con el tema que entre las nostalgias musicales y el descubrir que otros están en lo mismo, me armo diariamente de sorpresivas alegrías que disfruto palmo a palmo...El cassete de tu hermano es mas grande que el tesoro de Juan Fernández, por lo rico y luminoso!
Besos viajeros de un blog a otro.
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